jueves, 24 de enero de 2008

La escena de la carta


En la inmensidad de las estepas rusas, vivió Tchaikovsky, una hermosa y opresiva juventud... Fue ahí donde se inspiró para ponerle música al maravilloso poema de Alexander Pushkin, sobre el cual estoy escribiendo... ¡Dios misericordioso! ¡Cuánta belleza! ¡Cuánta dignidad! ¡Cuánta pasión! inconmensurable vehemencia... Y yo allí estaba; un niño de apenas 14 años, en la Mongolia moscovita; en ese aterrador y fantástico desierto... ¡Cuánto más cruel y fascinante para un niño que mil disneylandias! Y ahora, un joven sin rumbo, como el protagionista de la obra de Pushkin, hecha ópera por Tchaikovsky "Bajé de un barco y fui directamente a un baile", recordando ideas nihilistas; un lenguaje muy ornamentado... Y es una más... Pero ¡qué intensa es! ¿Qué es lo que soy? me gusta parafrasear a Thomas Mann y decir que soy un pequeño burgués mimado por la vida. Caprichoso, hedonista, moderno, contradictorio; evidentemmente no tengo la mesura de Hans Castorp; ni siquiera la del asesino Raskolnikov; más bien soy alocado y pasional como Onegin o la joven y endeble Tatyana. Una soprano rusa, cuyo nombre desconozco, interpreta la superlativa escena de la carta; y decime o ¡Dios de bondad! ¿Por qué tiene que terminar? Pero yo soy un argentinito caprichoso, y no vivo, ni en la Rusia zarista, ni en la Unión Soviética stalinista; y puedo poner "empezar de nuevo" cuantas veces quiera y vivir en la belleza "aparente" eterna; es algo así, como el jardín mágico de Klingsor en Parsifal... Hoy no soy más Benedicto; soy Tatyana; mañana seré la princesa Gremina... Dios dirá...


Benedicto, Busnos Aires, 24 de enero de 2008.

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