miércoles, 4 de abril de 2012

Falta de inspiración IV




SEBASTIAN: Por ejemplo, yo cuando escucho la escena de la carta, me vienen unas ganas locas de escribir…
HARALD: Sí, pero te ponés, y no te sale escribir nada.
BENEDIKT: Escriban escenas “keine Methode”…
HARALD: ¿Sin método?
BENEDIKT: ¡Claro! Por ejemplo, ustedes escuchan a la soprano esta cantar la escena de la carta, y escriben cosas sueltas, lo que se les viene a la mente (pausa) Por ejemplo, a vos, Sebastián, ¿qué se te viene a la mente cuando escuchás esto? ¡Ahora mismo!
SEBASTIAN: Un empapelado con florcitas.
BENEDIKT: Bien, ¿Y a vos, Harald?
HARALD: Me imagino a mí mismo cantando Tatiana en el Bolshoi…
BENEDIKT: Tres bien! ¡Ahora tenemos algo!
HARALD: ¿Qué tenemos?
BENEDIKT: Tenemos un empapelado con florcitas, y a Harald travesti en Rusia…
HARALD: (dubitativo) No sé, es medio raro…
SEBASTIAN: ¿Y yo qué pito toco?
BENEDIKT: Vos podés tocar el piano (silencio) Eureka!
HARALD: ¿Cómo?
BENEDIKT: El escenario es el siguiente, salita de un departamento decimonónico en Moscú, con muebles viejos, alfombras y cortinas raídas…
HARALD: Y candelabros de fantasía…
BENEDIKT: ¡Eso! También hay candelabros de fantasía…
SEBASTIAN: ¿Y qué más?
BENEDIKT: En el centro de la escena, un piano alemán, un poco viejo…
SEBASTIAN: ¿Y?
BENEDIKT: En la pared, detrás del piano, hay un retrato de la bisabuela, que es de la época de Catalina, la grande…
SEBASTIAN: ¿Y?
HARALD: ¡También hay un samovar!
BENEDIKT: ¡Sí! También hay un samovar…
HARALD: Y tacitas de loza inglesa…
BENEDIKT: Hay todo eso…
SEBASTIAN: ¿Y?
BENEDIKT: Y vos tocás el piano… Y vos, Harald, estás vestido de mujer, a la usanza de la década de 1880, cantando la escena de la carta, con acento polaco…
HARALD: ¿Por qué con acento polaco?
BENEDIKT: Porque la soprano que está cantando ahora es polaca… En la escena de ustedes, la cantante puede ser polaca, y llamarse, mmm, ¿cómo puede llamarse una polaca?
SEBASTIAN: Barbara.
BENEDIKT: ¡Eso mismo! La cantante se llama Barbara, y es polaca, y el pianista, que sos vos, Sebastián, es ruso, judío, se llama Emmanuil, Emmanuil Miller, Emmanuil Gavrilochich Miller, y tienen que preparar el rol de Tatiana para que Barbara lo cante en el Bolshoi…
SEBASTIAN: ¿Y?
BENEDIKT: Bueno, ahora, con todo esto, escriban la primera escena, y después la obra…
SEBASTIAN: No me gusta.
BENEDIKT: ¿Por qué no te gusta?
SEBASTIAN: ¿Cómo va a ser Harald, la soprano que hace de Tatiana en el Bolshoi en el siglo diecinueve?
BENEDIKT: Bueno, es novedoso…
SEBASTIAN: ¡Es una porquería!
BENEDIKT: ¿A vos qué te parece, Harald?
HARALD: Es raro, no queda muy bien que yo haga de cantante polaca del siglo diecinueve, mejor sería un contratenor del siglo veintiuno…
SEBASTIAN: La verdad es que no sabemos qué carajo escribir, y lo de las escenas “keine Methode” es una pelotudez…

Falta de inspiración III




FRANZ KARL: ¿Me das un beso?
LOUISE FERDINANDINE: ¡Ni por eso!
FRANZ KARL: ¿Me das dos?
LOUISE FERDINANDINE: ¡Ni por Dios!
FRANZ KARL: ¿Me das tres?
LOUISE FERDINANDINE: ¡Qué atrevido que es usted!
FRANZ KARL: ¿Me das cuatro?
LOUISE FERDINANDINE: Pase a mi cuarto…
FRANZ KARL: ¿Tenés cortinas?
LOUISE FERDINANDINE: De las más finas…
FRANZ KARL: ¿Tenés colchón?
LOUISE FERDINANDINE: De plumita de pichón, ¡para dormir juntitos los dos!
OSVALDO: (Sacándose la levita) No va esto…
OLGA: (sacándose la peluca) Y no, boludo, si a vos no se te ocurre nada…

Falta de inspiración II




HARALD: ¿Por qué cuando caminamos por Cabildo se nos ocurren tantas cosas, y cuando tenemos que escribir, no se nos ocurre nada?
GUSTL: ¿Cuándo caminás por Cabildo vos?
HARALD: A veces…
GUSTL: ¿Y vas a hacer a Cabildo?
HARALD: A comprar discos.
GUSTL: Pero caminás más por las calles de adentro vos, no tanto por Cabildo…
HARALD: Bueno, eso…
GUSTL: Supongo que es porque cuando uno hace algo, no piensa en lo que está haciendo, sino en otra cosa, porque nunca está conforme con lo que hace, y quiere otra cosa.
HARALD: ¿De dónde sacaste eso?
GUSTL: Lo oí por ahí…
HARALD: Mmm, no me fío…
GUSTL: No te fíes…
HARALD: ¿Y cómo puede ayudarme a mí eso para poder escribir ahora?
GUSTL: Ni idea, usá substancias psicoactivas…
HARALD: Habría que considerarlo (silencio) ¿Qué mirás?

Falta de inspiración I




GUSTL: ¿Café?
BENEDIKT: Sí, gracias, con un bombón…
GUSTL: ¿De naranja o de menta? (silencio) El bombón…
BENEDIKT: De whisky, por favor…
GUSTL: Solamente hay naranja o menta…
BENEDIKT: Entonces, nada.
GUSTL: ¿Leche?
BENEDIKT: Una gota de crema, y un vasito de agua mineral, por favor…
GUSTL: Solamente tengo leche descremada, y soda de sifón…
BENEDIKT: Entonces, nada.
GUSTL: ¿Le agrada la música?
BENEDIKT: No me molesta, aunque preferiría Lieder en lugar de un concierto para piano.
GUSTL: No tengo Lieder, señor…

El cara de torta frita




En una panadería del barrio de Vicente López, vivían la torta frita, el churro, la bola de fraile, la dona, la cremona, la medialuna de grasa, la tortita negra y el mil hojas de crema pastelera. No se podía decir que eran amigos, porque como dice el dicho, pueblo chico infierno grande.
En la parte de abajo de la estantería, vivían el churro, flaco y rubio, que era muy piadoso, la bola de fraile, un tanto atolondrada, la dona, muy conventillera, aunque con aires de grandeza, y la cremona, que era una mafiosa. En el estante del medio, vivían la torta frita, una intelectual venida a menos y con lengua viperina, y la media luna de grasa, chiquita y muy nerviosa. Y por último en el estante de más arriba, vivían felices la tortita negra, que aseguraba ser suiza y el mil hojas de crema pastelera, que era la más deseada por todas y también por los clientes, La tortita negra y el mil hojas eran novias.
En el estante de abajo, el churro, la bola de fraile y la dona, vivían para levantarse a los sánguches de miga y se sacaban los ojos entre sí… El churro rezaba todo el día, hasta que llegaba un buen sánguche triple de jamón y queso y se lo quería levantar. Pero llegaba la dona, que era una vampiresa, y se lo arrebataba… La pobre bola de fraile, intentaba pero no podía, era tan atolondrada… Y últimamente estaban las tres peleadas entre sí. Mientras tanto la Cremona, era música como Monteverdi y les enseñaba a cantar a las pepitas y en sus ratos de ocio, salía pasear por la panadería con su amigo, el churro. En el estante del medio, siempre se reunían en la bandeja de la media luna de grasa, su vecina, la torta frita, que era acomplejada porque sentía asco de sí misma, sus amigas las tortas e iban a menudo, la tortita negra, con su novio, el mil hojas de crema pastelera. La torta frita, a la que no le gustaba ir abajo, estaba mucho con la media luna de grasa y se la pasaba hablando de sus "amigas" de arriba, en el fondo las envidiaba… Hasta que un día llegó una rosquilla, que se puso de novia con la media luna de grasa y la torta frita les sacó una foto y la pegó en la vidriera, luego, la torta frita, una fea con fama de letrada, anduvo diciendo que la tortita negra era una piojosa resucitada y de suiza no tenía nada y su novio, el mil hojas de crema pastelera, era una pretenciosa que vivía en esa panadería. La media luna de grasa lo contó y la torta frita, quedó sola en su canasta, recibiendo cada tanto la visita de su mejor amigo el churro. La verdad es que la media luna de grasa y la tortita negra tampoco eran unas santas, trataban bastante mal a la torta frita y la usaban de sirvienta...
Una noche, después del cumpleaños de la factura vienesa, la abuela de la torta frita, fueron a caminar por el mostrador, y unos grisines las asaltaron. Faltaba poco para el cumpleaños de la tortita negra, y la torta frita, que quería componer las cosas con sus amigas, se le ocurrió una idea. Ir al estante de arriba de sorpresa, con el churro, la bola de fraile, la dona y la cremona, para saludarla por el cumpleaños, pero cuando llegaron, la tortita negra estaba muy triste y lloraba, porque había perdido a su novio, una señora que vivía en la calle Malaver se había llevado al mil hojas de crema pastelera, para tomar el té con las amigas.