miércoles, 4 de abril de 2012

Falta de inspiración IV




SEBASTIAN: Por ejemplo, yo cuando escucho la escena de la carta, me vienen unas ganas locas de escribir…
HARALD: Sí, pero te ponés, y no te sale escribir nada.
BENEDIKT: Escriban escenas “keine Methode”…
HARALD: ¿Sin método?
BENEDIKT: ¡Claro! Por ejemplo, ustedes escuchan a la soprano esta cantar la escena de la carta, y escriben cosas sueltas, lo que se les viene a la mente (pausa) Por ejemplo, a vos, Sebastián, ¿qué se te viene a la mente cuando escuchás esto? ¡Ahora mismo!
SEBASTIAN: Un empapelado con florcitas.
BENEDIKT: Bien, ¿Y a vos, Harald?
HARALD: Me imagino a mí mismo cantando Tatiana en el Bolshoi…
BENEDIKT: Tres bien! ¡Ahora tenemos algo!
HARALD: ¿Qué tenemos?
BENEDIKT: Tenemos un empapelado con florcitas, y a Harald travesti en Rusia…
HARALD: (dubitativo) No sé, es medio raro…
SEBASTIAN: ¿Y yo qué pito toco?
BENEDIKT: Vos podés tocar el piano (silencio) Eureka!
HARALD: ¿Cómo?
BENEDIKT: El escenario es el siguiente, salita de un departamento decimonónico en Moscú, con muebles viejos, alfombras y cortinas raídas…
HARALD: Y candelabros de fantasía…
BENEDIKT: ¡Eso! También hay candelabros de fantasía…
SEBASTIAN: ¿Y qué más?
BENEDIKT: En el centro de la escena, un piano alemán, un poco viejo…
SEBASTIAN: ¿Y?
BENEDIKT: En la pared, detrás del piano, hay un retrato de la bisabuela, que es de la época de Catalina, la grande…
SEBASTIAN: ¿Y?
HARALD: ¡También hay un samovar!
BENEDIKT: ¡Sí! También hay un samovar…
HARALD: Y tacitas de loza inglesa…
BENEDIKT: Hay todo eso…
SEBASTIAN: ¿Y?
BENEDIKT: Y vos tocás el piano… Y vos, Harald, estás vestido de mujer, a la usanza de la década de 1880, cantando la escena de la carta, con acento polaco…
HARALD: ¿Por qué con acento polaco?
BENEDIKT: Porque la soprano que está cantando ahora es polaca… En la escena de ustedes, la cantante puede ser polaca, y llamarse, mmm, ¿cómo puede llamarse una polaca?
SEBASTIAN: Barbara.
BENEDIKT: ¡Eso mismo! La cantante se llama Barbara, y es polaca, y el pianista, que sos vos, Sebastián, es ruso, judío, se llama Emmanuil, Emmanuil Miller, Emmanuil Gavrilochich Miller, y tienen que preparar el rol de Tatiana para que Barbara lo cante en el Bolshoi…
SEBASTIAN: ¿Y?
BENEDIKT: Bueno, ahora, con todo esto, escriban la primera escena, y después la obra…
SEBASTIAN: No me gusta.
BENEDIKT: ¿Por qué no te gusta?
SEBASTIAN: ¿Cómo va a ser Harald, la soprano que hace de Tatiana en el Bolshoi en el siglo diecinueve?
BENEDIKT: Bueno, es novedoso…
SEBASTIAN: ¡Es una porquería!
BENEDIKT: ¿A vos qué te parece, Harald?
HARALD: Es raro, no queda muy bien que yo haga de cantante polaca del siglo diecinueve, mejor sería un contratenor del siglo veintiuno…
SEBASTIAN: La verdad es que no sabemos qué carajo escribir, y lo de las escenas “keine Methode” es una pelotudez…

Falta de inspiración III




FRANZ KARL: ¿Me das un beso?
LOUISE FERDINANDINE: ¡Ni por eso!
FRANZ KARL: ¿Me das dos?
LOUISE FERDINANDINE: ¡Ni por Dios!
FRANZ KARL: ¿Me das tres?
LOUISE FERDINANDINE: ¡Qué atrevido que es usted!
FRANZ KARL: ¿Me das cuatro?
LOUISE FERDINANDINE: Pase a mi cuarto…
FRANZ KARL: ¿Tenés cortinas?
LOUISE FERDINANDINE: De las más finas…
FRANZ KARL: ¿Tenés colchón?
LOUISE FERDINANDINE: De plumita de pichón, ¡para dormir juntitos los dos!
OSVALDO: (Sacándose la levita) No va esto…
OLGA: (sacándose la peluca) Y no, boludo, si a vos no se te ocurre nada…

Falta de inspiración II




HARALD: ¿Por qué cuando caminamos por Cabildo se nos ocurren tantas cosas, y cuando tenemos que escribir, no se nos ocurre nada?
GUSTL: ¿Cuándo caminás por Cabildo vos?
HARALD: A veces…
GUSTL: ¿Y vas a hacer a Cabildo?
HARALD: A comprar discos.
GUSTL: Pero caminás más por las calles de adentro vos, no tanto por Cabildo…
HARALD: Bueno, eso…
GUSTL: Supongo que es porque cuando uno hace algo, no piensa en lo que está haciendo, sino en otra cosa, porque nunca está conforme con lo que hace, y quiere otra cosa.
HARALD: ¿De dónde sacaste eso?
GUSTL: Lo oí por ahí…
HARALD: Mmm, no me fío…
GUSTL: No te fíes…
HARALD: ¿Y cómo puede ayudarme a mí eso para poder escribir ahora?
GUSTL: Ni idea, usá substancias psicoactivas…
HARALD: Habría que considerarlo (silencio) ¿Qué mirás?

Falta de inspiración I




GUSTL: ¿Café?
BENEDIKT: Sí, gracias, con un bombón…
GUSTL: ¿De naranja o de menta? (silencio) El bombón…
BENEDIKT: De whisky, por favor…
GUSTL: Solamente hay naranja o menta…
BENEDIKT: Entonces, nada.
GUSTL: ¿Leche?
BENEDIKT: Una gota de crema, y un vasito de agua mineral, por favor…
GUSTL: Solamente tengo leche descremada, y soda de sifón…
BENEDIKT: Entonces, nada.
GUSTL: ¿Le agrada la música?
BENEDIKT: No me molesta, aunque preferiría Lieder en lugar de un concierto para piano.
GUSTL: No tengo Lieder, señor…

El cara de torta frita




En una panadería del barrio de Vicente López, vivían la torta frita, el churro, la bola de fraile, la dona, la cremona, la medialuna de grasa, la tortita negra y el mil hojas de crema pastelera. No se podía decir que eran amigos, porque como dice el dicho, pueblo chico infierno grande.
En la parte de abajo de la estantería, vivían el churro, flaco y rubio, que era muy piadoso, la bola de fraile, un tanto atolondrada, la dona, muy conventillera, aunque con aires de grandeza, y la cremona, que era una mafiosa. En el estante del medio, vivían la torta frita, una intelectual venida a menos y con lengua viperina, y la media luna de grasa, chiquita y muy nerviosa. Y por último en el estante de más arriba, vivían felices la tortita negra, que aseguraba ser suiza y el mil hojas de crema pastelera, que era la más deseada por todas y también por los clientes, La tortita negra y el mil hojas eran novias.
En el estante de abajo, el churro, la bola de fraile y la dona, vivían para levantarse a los sánguches de miga y se sacaban los ojos entre sí… El churro rezaba todo el día, hasta que llegaba un buen sánguche triple de jamón y queso y se lo quería levantar. Pero llegaba la dona, que era una vampiresa, y se lo arrebataba… La pobre bola de fraile, intentaba pero no podía, era tan atolondrada… Y últimamente estaban las tres peleadas entre sí. Mientras tanto la Cremona, era música como Monteverdi y les enseñaba a cantar a las pepitas y en sus ratos de ocio, salía pasear por la panadería con su amigo, el churro. En el estante del medio, siempre se reunían en la bandeja de la media luna de grasa, su vecina, la torta frita, que era acomplejada porque sentía asco de sí misma, sus amigas las tortas e iban a menudo, la tortita negra, con su novio, el mil hojas de crema pastelera. La torta frita, a la que no le gustaba ir abajo, estaba mucho con la media luna de grasa y se la pasaba hablando de sus "amigas" de arriba, en el fondo las envidiaba… Hasta que un día llegó una rosquilla, que se puso de novia con la media luna de grasa y la torta frita les sacó una foto y la pegó en la vidriera, luego, la torta frita, una fea con fama de letrada, anduvo diciendo que la tortita negra era una piojosa resucitada y de suiza no tenía nada y su novio, el mil hojas de crema pastelera, era una pretenciosa que vivía en esa panadería. La media luna de grasa lo contó y la torta frita, quedó sola en su canasta, recibiendo cada tanto la visita de su mejor amigo el churro. La verdad es que la media luna de grasa y la tortita negra tampoco eran unas santas, trataban bastante mal a la torta frita y la usaban de sirvienta...
Una noche, después del cumpleaños de la factura vienesa, la abuela de la torta frita, fueron a caminar por el mostrador, y unos grisines las asaltaron. Faltaba poco para el cumpleaños de la tortita negra, y la torta frita, que quería componer las cosas con sus amigas, se le ocurrió una idea. Ir al estante de arriba de sorpresa, con el churro, la bola de fraile, la dona y la cremona, para saludarla por el cumpleaños, pero cuando llegaron, la tortita negra estaba muy triste y lloraba, porque había perdido a su novio, una señora que vivía en la calle Malaver se había llevado al mil hojas de crema pastelera, para tomar el té con las amigas.

martes, 17 de enero de 2012

Je parle a Emilien




- BENEDICTO, director escénico porteño.
- HARALD, contratenor porteño, compañero de colegio de Benedicto.
Benedicto y Harald oyen el Concierto para piano y orquesta de Beethoven con Wilhelm Furtwängler y Yehudi Menuhin.

BENEDICTO: Je parle a Emilien…
HARALD: Por qué vous parlez a Emilien?
BENEDICTO: Es la imagen que me trae a la mente oír esta música…
HARALD: ¿Quién es Emilien?
BENEDICTO: Un fulano…
HARALD: Eso supuse, pero, ¿por qué hablás ahora de ese fulano?
BENEDICTO: Mí secreto.
HARALD: Tres bien…
(Pausa)
BENEDICTO: ¿Qué?
HARALD: ¿Qué de qué?
BENEDICTO: ¿Qué me mirás así?
HARALD: No sé, ponés Beethoven y me hablás de un tal Emilien que es tu secreto…
BENEDICTO: ¿Y?
HARALD: Y, no sé, me intriga…
BENEDICTO: Mejor decime qué imagen te trae a la mente esta música.
HARALD: Mmm, Emilien…
BENEDICTO: Pero si no lo conocés.
HARALD: Pero me lo puedo imaginar.
BENEDICTO: ¿Y cómo lo imaginás?
HARALD: Como Emiliano Hurtado.
BENEDICTO: ¡Qué impresión!
HARALD: ¿Qué cosa?
BENEDICTO: Esa verruga…
HARALD: ¿Qué verruga?
BENEDICTO: La que tenía en la oreja Emiliano Hurtado.
HARALD: Yo imagino al Emilien del que hablás como él.
BENEDICTO: Bueno, el Emilien de “Je parle a Emilien”, no se parece en nada a Emiliano Hurtado, bueno, sí, puede que se parezca en los ojos, un poco, pero se parece más a vos que a Emiliano Hurtado…
HARALD: ¿Es contratenor?
BENEDICTO: No que yo sepa, pero no, no creo que sea contratenor, no, en efecto, no lo es.
HARALD: ¿Y qué hace?
BENEDICTO: Te dije que no te voy a decir, es mí secreto…
HARALD: ¿Por qué tanto misterio en torno al Emilien del cual vous parlez?
BENEDICTO: Porque es mi secreto, ya te lo dije.
HARALD: Bueno, por lo menos ya sé su nombre.
BENEDICTO: Yo te lo dije desde el principio.
HARALD: No, vos me dijiste que le hablabas a un tal Emilien, ni siquiera dijiste Emiliano…
BENEDICTO: Bueno, nadie se llama Emilien en este país, son todos Emilianos.
HARALD: No, no son todos Emilianos, vos te llamás Benedicto, y yo, Harald…
BENEDICTO: Digo, los que se llaman Emiliano, se llaman así, en castellano, no Emilien, en francés.
HARALD: Yo me llamo Harald, que puede ser en alemán, o en noruego, no me llamo Haroldo, que es la traducción de ese nombre.
BENEDICTO: Tu papá se llama Harald, igual que vos, y tu abuelo se llamaba igual, ahí se explica, tampoco es que haya tantos Haroldos en este país…
HARALD: ¿Le gusta Beethoven?
BENEDICTO: No especialmente…
HARALD: ¿Y por qué el concierto para violín de Beethoven te hizo acordar a cómo habla él en francés?
BENEDICTO: Yo nunca hablé en francés con él…
HARALD: Vos dijiste, Je parle a Emilien…
BENEDICTO: Es que… ¡Basta! Te dije que no te voy a hablar de Emiliano, digo de Emilien, digo, ¡basta! Hablá vos de la música que escuchás…
HARALD: Un concierto para violín y orquesta…
BENEDICTO: ¿Y qué imagen te evoca?
HARALD: Vos hablándole en francés a Emilien.
BENEDICTO: ¡Sos jodido, eh!
HARALD: Bueno, vos me preguntás, yo te contesto…
BENEDICTO: Bueno, ¡pero no vale contestar eso!
HARALD: ¿Y desde cuándo vos decís lo que vale o no vale contestar?
BENEDICTO: Desde el momento que dije que no voy a hablar de él.
HARALD: Vos empezaste a hablar de él.
BENEDICTO: Yo no empecé a habar de él.
HARALD: ¿Ah, no?
BENEDICTO: Nunca te dije que ese fulano existiese, puede ser sólo una pregunta retórica en la que recurro a un nombre que se me vino a la mente…
HARALD: Y si recurrís a un nombre que se te vino a la mente, el Emiliano que vos conocés, es Emiliano Hurtado…
BENEDICTO: Emiliano Hurtado es Emiliano, y yo dije que parle a Emilien, no a Emiliano…
HARALD: A Emiliano Hurtado no lo vemos desde que íbamos al colegio, seguro que ahora está grande como nosotros y se parece a mí, porque cuando era chiquito, se parecía un poco a mí… ¡Listo! ¡Es Emiliano Hurtado!
BENEDICTO: ¡Que no es Emiliano Hurtado!
HARALD: Sí es.
BENEDICTO: No es.
HARALD: Yo te digo que sí, sé que es Emiliano Hurtado…
BENEDICTO: ¡Vos no conocés a toda la gente que yo conozco! Puedo conocer a muchos Emilianos más, ¡este no es Emiliano Hurtado!
HARALD: Yo sé que sí, si no, no me hubieras dicho…
BENEDICTO: Te digo que no…
HARALD: Apostemos…
BENEDICTO: Dos pesos.
HARALD: ¡Cinco pesos!
BENEDICTO: ¡Diez pesos!
HARALD: ¿A ver? ¿Cómo se llama?
BENEDICTO: Emiliano Maffeo.
HARALD: ¿Y de dónde lo conocés?
BENEDICTO: Del taller de lectura de Cortázar al que fui a principio de año.
HARALD: ¿De dónde es?
BENEDICTO: De Ciudad Evita.
HARALD: ¿Y por qué le hablás?
BENEDICTO: Era una frase que él usaba…
HARALD: ¿Y por qué el concierto para violín de Beethoven te hace acordar a él?
BENEDICTO: Porque una vez, escuchamos “La tos de una señora alemana”, leído por Cortázar mismo, y cuando salimos, fuimos a comer algo, y hablamos mucho del concierto este.
HARALD: ¿A dónde fueron?
BENEDICTO: A una pizzería que estaba por Congreso.
HARALD: Listo, gracias, Benedicto, ya sé quién es el famoso Emiliano, o Emilien.
BENEDICTO: ¡La mierda! Vos me debés diez pesos ahora…
HARALD: Te los doy, si me das el celular de Emiliano Maffeo.
BENEDICTO: ¡No!
HARALD: ¿Por qué no?
BENEDICTO: Diez pesos es muy poco, a cambio del celular, dame cincuenta.
HARALD: No, cincuenta pesos es mucho, te doy, mmm, veinte cinco…
BENEDICTO: Cuarenta.
HARALD: Treinta y cinco es mi última oferta.
BENEDICTO: ¡Hecho!
HARALD: Dame el celular.
BENEDICTO: Dame vos la plata…
HARALD: ¡Qué tipo que sos! (le da el dinero) Tomá.
BENEDICTO: ¡Gracias!
HARALD: ¡Gracias, las pelotas! Dame el celular.
BENEDICTO: ¡Dios! Tengo que buscar, no lo tengo anotado en el celular nuevo, cuando hice ese curso, todavía tenía el viejo...
HARALD: Pero el viejo lo perdiste.
BENEDICTO: Pero fijate, me parece que lo anoté en un boleto que tengo guardado en el cajón de la cómoda.
HARALD: Buscalo.
BENEDICTO: A ver (va hacia la cómoda, revuelve cosas, saca un boleto) ¡Acá está! Emiliano Maffeo, te lo dicto, quince seis nueve cuatro siete, ocho cinco siete cinco.
HARALD: A ver, esperá que lo anoto en mi celular, a ver, emi ma, ¿con una o con dos efes?
BENEDICTO: Maffeo con doble efe.
HARALD: Emi maf, listo, quince seis, nueve, t ata t ata ocho cinco siete… Pero… ¡Benedicto!
BENEDICTO: ¿Qué?
HARALD: Me diste el número de Emiliano Hurtado…
BENEDICTO: Sí, y vos lo pagaste treinta y cinco pesos.
HARALD: ¡No podés!
BENEDICTO: Vos estabas desesperado por saber, apostaste, perdiste, negociaste y me dijiste que treinta y cinco era tu última oferta…
HARALD: Pero vos me hablaste de un tal Emiliano Maffeo del curso de Cortázar al que fuiste…
BENEDICTO: Sí, ¿qué pasa con él?
HARALD: Que es un invento tuyo, nunca existió Emiliano Maffeo…
BENEDICTO: Sí que existió, y calculo que seguirá existiendo.
HARALD: ¿Y de dónde lo conocés?
BENEDICTO: Del taller de lectura de Cortázar que hice a principio de año.
HARALD: ¿Y por qué no me diste su celular?
BENEDICTO: Porque no tiene.
HARALD: ¿Cómo que no tiene?
BENEDICTO: No, es un tipo de cincuenta y un años, que vive con la madre enferma en Ciudad Evita, y le gusta mucho leer, no tiene celular, ni computadora, ni nada, vive como en la década del cuarenta.
HARALD: ¿Y de él hablabas cuando dijiste, “je parle a Emilien”?
BENEDICTO: Sí, porque él es profesor de francés, pero sólo hace suplencias en un colegio de ahí por donde vive.
HARALD: ¿Y para qué me diste el celular de Emiliano Hurtado?
BENEDICTO: Para quedarme con los treinta y cinco pesos.
HARALD: ¡Sos un tramposo!
BENEDICTO: Ah, ¿sí?
HARALD: Sí.

Manuel Lamas

An Salome (A Salomé)




SEBASTIAN, pasajero de quince años.
AGUSTIN, pasajero de la misma edad, mejor amigo de Sebastián.
LUCAS, pasajero, primo de Agustín, de la misma edad que los anteriores.
ABUELA TERESA, pasajera, abuela de Sebastián.
Fila de tres asientos en un Boeing 747 de KLM, destino a Amsterdam. Agustín va sentado en la ventanilla, Sebastián en el medio, Lucas en el pasillo, es de noche, están haciendo el trayecto que va desde la costa brasileña a la costa africana. Sebastián escucha Salomé de Richard Strauss en los auriculares.

SEBASTIAN: (cantando bajito) Wie schön ist die Prinzessin Salome, heute Nacht…
LUCAS: Sh! ¡Callate!
AGUSTIN: ¡Callate, Lucas, Sebastián, cantá todo lo que quieras!
SEBASTIAN: Yo canto bajito…
LUCAS: Pero yo no te quiero oír.
AGUSTIN: ¡Callate, Lucas! Dejá que Sebastián cante todo lo que quiera, no jode a nadie.
LUCAS: Me jode a mí.
AGUSTIN: Vos ni lo oís.
LUCAS: Me jode que cante eso, no me guste.
SEBASTIAN: A todo el mundo le gusta Oscar Wilde, Lucas, voy a seguir cantando bajito…
AGUSTIN: ¡Bravo, Sebastián! ¡Imponete!
LUCAS: ¡Yo no quiero oírte!
AGUSTIN: ¡Te digo que te calles! Y dejalo a Sebastián cantar todo lo que tenga ganas…
ABUELA TERESA: (asomándose) ¿Qué pasa acá, che?
LUCAS: Sebastián canta, y me molesta, no lo quiero oír.
SEBASTIAN: Canto bajito, nadie me oye, Teresa.
AGUSTIN: Es verdad, Teresa, Sebastián canta bajísimo, nadie lo puede oír en el avión.
ABUELA TERESA: Bueno, ¡se acabó! Lucas, andá con Federica y con tu abuela, yo me quedo acá con Sebastián y Agustín, y todos contentos.
SEBASTIAN: ¡No, no Teresa! No canto más, me quedo callado, que Lucas se quede acá…
ABUELA TERESA: Bueno, pero no armen más lío, o van a venir las azafatas a retarlos (La abuela Teresa se va, Lucas reclina su asiento, se acomoda en él con la almohadilla y se tapa con la manta mirando en sentido contrario a Sebastián, pausa)
SEBASTIAN: (muy bajito) Wie blas die Prinzessin ist…
LUCAS: (dándose vuelta, muy bajito, a Sebastián) ¡Te dije que te callaras! No quiero oír nada, ¡basta!
SEBASTIAN: (gozándolo, muy bajito) Wie schön ist die Prinzessin Salome, heute Abend!
LUCAS: (muy bajito) ¡Callate! (le hace una señal con la mano como para pegarle)
AGUSTIN: Bravissimo, Sebastian, me encanta como recitás Oscar Wilde en alemán, y en una noche ecuatorial, volando, es poetiquísimo…
LUCAS: ¡Basta! Me voy con las viejas, le digo a tu abuela que venga con ustedes…
SEBASTIAN: ¡No, Lucas! Quedate, no voy a cantar más Salome, te lo prometo, me quedo callado hasta que lleguemos a Amsterdam…
LUCAS: ¿Palabra?
AGUSTIN: ¡No, Sebastián! No cedas ni un ápice, cantá todo lo que quieras, cantá todo lo que quieras Richard Strauss, recitá Oscar Wilde, la noche está lindísima para eso, no le hagas caso a Lucas, solamente cumplí tu voluntad, vale mucho más que Lucas.
LUCAS: Si vos seguís cantando esas cosas, yo no me quedo más acá, y viene tu abuela Teresa.
SEBASTIAN: Yo me callo, Luquitas, te juro que me callo, no digo ni una palabra hasta que estemos en Schiphol, ¡doy mi palabra!
AGUSTIN: ¡No le hagas caso, Sebastián! Cantá, recitá, todo lo que quieras, vos tenés que poder cantar y recitar todo lo que quieras, éste no es nadie para prohibírtelo.
LUCAS: (A Sebastián) Si vos hablás una sola palabra, antes de llegar a Schiphol, yo me voy, y viene tu abuela.
AGUSTIN: ¡Vos cállate! ¡Lacra, inmundicia! Subhumano ¡Andate! nadie te quiere acá, que venga la abuela de Sebastián, y que ella duerma con nosotros también cuando lleguemos, vos andate con las otras dos viejas, durante todo el viaje, no te quiero volver a oír la voz, ¡fuera de acá, desaparecé!
LUCAS: (con mucha tranquilidad) ¡Bajo ninguna circunstacia!
AGUSTIN: ¿Cómo decís?
LUCAS: Yo me voy a ir únicamente si Sebastián me lo pide, mientras Sebastián esté callado, voy a ser fiel a mi palabra y me voy a quedar acá.
AGUSTIN: (enfurecido) ¿Oíste eso? ¡Bastien! Lucas, el imbécil de mi primo, no quiere irse, dice que sólo va a irse si vos se lo pedís (Sebastián no habla)
LUCAS: Mientras Sebastián no hable, yo me quedo acá, este es mi lugar.
AGUSTIN: Yo quiero que te vayas, y le dejes tu lugar a la abuela de Sebastián, él lo deja hablar, cantar y recitar.
LUCAS: A mí de acá no me mueve nadie.
AGUSTIN: Sebastián, ¿lo oíste? Dice que se va a quedar, que no va a irse (silencio) ¡Sebastián, hablá! ¡Hablá, Sebastián! Hablame a mí (silencio) ¿Vas a quedarte callado hasta que lleguemos, sólo porque éste lo dice? ¡Hablá todo lo que quieras, Sebastián!(silencio) ¡Sebastián! ¡Hablá! (A Lucas) Y vos, ¡porquería! ¡Inmundicia! ¡Decile que hable! Soy tu primo mayor, ¡te lo ordeno!
LUCAS: Si Sebastián dice una sola palabra antes de que el avión llegue a Amsterdam, yo me voy con Federica y con la abuela, y la abuela de Sebastián viene acá con ustedes…
AGUSTIN: ¡Y andate! Que venga Teresa, ¿quién te quiere a vos acá? (A Sebastián) Sebastián, ¡decile que se vaya! (Sebastián mira a Agustín, y luego vuelve a mirar a Lucas quedándose callado) Entonces, Sebastián, ¿no vas a hablar? (Sebastián mueve la cabeza a un lado y al otro negando) ¿Preferís hacer lo que te diga este, antes de hacerle caso a tu mejor amigo? (Sebastián permanece impávido) ¡Vayanse los dos a la mierda! ¡Permiso! (se levanta y se va dándole una patada a Lucas)
ABUELA TERESA: (llegando) A ver, ¿pueden moverse los dos? (Sebastián se corre al asiento de la ventanilla y Lucas al del medio, abre la ventanilla, y se ve que ligeramente amanece en la costa africana) A ver si ahora se quedan tranquilos, ya van a venir a servirnos el desayuno…
(pausa)
SEBASTIAN: (lentamente) Wie schön ist die Prinzessin Salome…

Manuel Lamas