martes, 17 de enero de 2012

Je parle a Emilien




- BENEDICTO, director escénico porteño.
- HARALD, contratenor porteño, compañero de colegio de Benedicto.
Benedicto y Harald oyen el Concierto para piano y orquesta de Beethoven con Wilhelm Furtwängler y Yehudi Menuhin.

BENEDICTO: Je parle a Emilien…
HARALD: Por qué vous parlez a Emilien?
BENEDICTO: Es la imagen que me trae a la mente oír esta música…
HARALD: ¿Quién es Emilien?
BENEDICTO: Un fulano…
HARALD: Eso supuse, pero, ¿por qué hablás ahora de ese fulano?
BENEDICTO: Mí secreto.
HARALD: Tres bien…
(Pausa)
BENEDICTO: ¿Qué?
HARALD: ¿Qué de qué?
BENEDICTO: ¿Qué me mirás así?
HARALD: No sé, ponés Beethoven y me hablás de un tal Emilien que es tu secreto…
BENEDICTO: ¿Y?
HARALD: Y, no sé, me intriga…
BENEDICTO: Mejor decime qué imagen te trae a la mente esta música.
HARALD: Mmm, Emilien…
BENEDICTO: Pero si no lo conocés.
HARALD: Pero me lo puedo imaginar.
BENEDICTO: ¿Y cómo lo imaginás?
HARALD: Como Emiliano Hurtado.
BENEDICTO: ¡Qué impresión!
HARALD: ¿Qué cosa?
BENEDICTO: Esa verruga…
HARALD: ¿Qué verruga?
BENEDICTO: La que tenía en la oreja Emiliano Hurtado.
HARALD: Yo imagino al Emilien del que hablás como él.
BENEDICTO: Bueno, el Emilien de “Je parle a Emilien”, no se parece en nada a Emiliano Hurtado, bueno, sí, puede que se parezca en los ojos, un poco, pero se parece más a vos que a Emiliano Hurtado…
HARALD: ¿Es contratenor?
BENEDICTO: No que yo sepa, pero no, no creo que sea contratenor, no, en efecto, no lo es.
HARALD: ¿Y qué hace?
BENEDICTO: Te dije que no te voy a decir, es mí secreto…
HARALD: ¿Por qué tanto misterio en torno al Emilien del cual vous parlez?
BENEDICTO: Porque es mi secreto, ya te lo dije.
HARALD: Bueno, por lo menos ya sé su nombre.
BENEDICTO: Yo te lo dije desde el principio.
HARALD: No, vos me dijiste que le hablabas a un tal Emilien, ni siquiera dijiste Emiliano…
BENEDICTO: Bueno, nadie se llama Emilien en este país, son todos Emilianos.
HARALD: No, no son todos Emilianos, vos te llamás Benedicto, y yo, Harald…
BENEDICTO: Digo, los que se llaman Emiliano, se llaman así, en castellano, no Emilien, en francés.
HARALD: Yo me llamo Harald, que puede ser en alemán, o en noruego, no me llamo Haroldo, que es la traducción de ese nombre.
BENEDICTO: Tu papá se llama Harald, igual que vos, y tu abuelo se llamaba igual, ahí se explica, tampoco es que haya tantos Haroldos en este país…
HARALD: ¿Le gusta Beethoven?
BENEDICTO: No especialmente…
HARALD: ¿Y por qué el concierto para violín de Beethoven te hizo acordar a cómo habla él en francés?
BENEDICTO: Yo nunca hablé en francés con él…
HARALD: Vos dijiste, Je parle a Emilien…
BENEDICTO: Es que… ¡Basta! Te dije que no te voy a hablar de Emiliano, digo de Emilien, digo, ¡basta! Hablá vos de la música que escuchás…
HARALD: Un concierto para violín y orquesta…
BENEDICTO: ¿Y qué imagen te evoca?
HARALD: Vos hablándole en francés a Emilien.
BENEDICTO: ¡Sos jodido, eh!
HARALD: Bueno, vos me preguntás, yo te contesto…
BENEDICTO: Bueno, ¡pero no vale contestar eso!
HARALD: ¿Y desde cuándo vos decís lo que vale o no vale contestar?
BENEDICTO: Desde el momento que dije que no voy a hablar de él.
HARALD: Vos empezaste a hablar de él.
BENEDICTO: Yo no empecé a habar de él.
HARALD: ¿Ah, no?
BENEDICTO: Nunca te dije que ese fulano existiese, puede ser sólo una pregunta retórica en la que recurro a un nombre que se me vino a la mente…
HARALD: Y si recurrís a un nombre que se te vino a la mente, el Emiliano que vos conocés, es Emiliano Hurtado…
BENEDICTO: Emiliano Hurtado es Emiliano, y yo dije que parle a Emilien, no a Emiliano…
HARALD: A Emiliano Hurtado no lo vemos desde que íbamos al colegio, seguro que ahora está grande como nosotros y se parece a mí, porque cuando era chiquito, se parecía un poco a mí… ¡Listo! ¡Es Emiliano Hurtado!
BENEDICTO: ¡Que no es Emiliano Hurtado!
HARALD: Sí es.
BENEDICTO: No es.
HARALD: Yo te digo que sí, sé que es Emiliano Hurtado…
BENEDICTO: ¡Vos no conocés a toda la gente que yo conozco! Puedo conocer a muchos Emilianos más, ¡este no es Emiliano Hurtado!
HARALD: Yo sé que sí, si no, no me hubieras dicho…
BENEDICTO: Te digo que no…
HARALD: Apostemos…
BENEDICTO: Dos pesos.
HARALD: ¡Cinco pesos!
BENEDICTO: ¡Diez pesos!
HARALD: ¿A ver? ¿Cómo se llama?
BENEDICTO: Emiliano Maffeo.
HARALD: ¿Y de dónde lo conocés?
BENEDICTO: Del taller de lectura de Cortázar al que fui a principio de año.
HARALD: ¿De dónde es?
BENEDICTO: De Ciudad Evita.
HARALD: ¿Y por qué le hablás?
BENEDICTO: Era una frase que él usaba…
HARALD: ¿Y por qué el concierto para violín de Beethoven te hace acordar a él?
BENEDICTO: Porque una vez, escuchamos “La tos de una señora alemana”, leído por Cortázar mismo, y cuando salimos, fuimos a comer algo, y hablamos mucho del concierto este.
HARALD: ¿A dónde fueron?
BENEDICTO: A una pizzería que estaba por Congreso.
HARALD: Listo, gracias, Benedicto, ya sé quién es el famoso Emiliano, o Emilien.
BENEDICTO: ¡La mierda! Vos me debés diez pesos ahora…
HARALD: Te los doy, si me das el celular de Emiliano Maffeo.
BENEDICTO: ¡No!
HARALD: ¿Por qué no?
BENEDICTO: Diez pesos es muy poco, a cambio del celular, dame cincuenta.
HARALD: No, cincuenta pesos es mucho, te doy, mmm, veinte cinco…
BENEDICTO: Cuarenta.
HARALD: Treinta y cinco es mi última oferta.
BENEDICTO: ¡Hecho!
HARALD: Dame el celular.
BENEDICTO: Dame vos la plata…
HARALD: ¡Qué tipo que sos! (le da el dinero) Tomá.
BENEDICTO: ¡Gracias!
HARALD: ¡Gracias, las pelotas! Dame el celular.
BENEDICTO: ¡Dios! Tengo que buscar, no lo tengo anotado en el celular nuevo, cuando hice ese curso, todavía tenía el viejo...
HARALD: Pero el viejo lo perdiste.
BENEDICTO: Pero fijate, me parece que lo anoté en un boleto que tengo guardado en el cajón de la cómoda.
HARALD: Buscalo.
BENEDICTO: A ver (va hacia la cómoda, revuelve cosas, saca un boleto) ¡Acá está! Emiliano Maffeo, te lo dicto, quince seis nueve cuatro siete, ocho cinco siete cinco.
HARALD: A ver, esperá que lo anoto en mi celular, a ver, emi ma, ¿con una o con dos efes?
BENEDICTO: Maffeo con doble efe.
HARALD: Emi maf, listo, quince seis, nueve, t ata t ata ocho cinco siete… Pero… ¡Benedicto!
BENEDICTO: ¿Qué?
HARALD: Me diste el número de Emiliano Hurtado…
BENEDICTO: Sí, y vos lo pagaste treinta y cinco pesos.
HARALD: ¡No podés!
BENEDICTO: Vos estabas desesperado por saber, apostaste, perdiste, negociaste y me dijiste que treinta y cinco era tu última oferta…
HARALD: Pero vos me hablaste de un tal Emiliano Maffeo del curso de Cortázar al que fuiste…
BENEDICTO: Sí, ¿qué pasa con él?
HARALD: Que es un invento tuyo, nunca existió Emiliano Maffeo…
BENEDICTO: Sí que existió, y calculo que seguirá existiendo.
HARALD: ¿Y de dónde lo conocés?
BENEDICTO: Del taller de lectura de Cortázar que hice a principio de año.
HARALD: ¿Y por qué no me diste su celular?
BENEDICTO: Porque no tiene.
HARALD: ¿Cómo que no tiene?
BENEDICTO: No, es un tipo de cincuenta y un años, que vive con la madre enferma en Ciudad Evita, y le gusta mucho leer, no tiene celular, ni computadora, ni nada, vive como en la década del cuarenta.
HARALD: ¿Y de él hablabas cuando dijiste, “je parle a Emilien”?
BENEDICTO: Sí, porque él es profesor de francés, pero sólo hace suplencias en un colegio de ahí por donde vive.
HARALD: ¿Y para qué me diste el celular de Emiliano Hurtado?
BENEDICTO: Para quedarme con los treinta y cinco pesos.
HARALD: ¡Sos un tramposo!
BENEDICTO: Ah, ¿sí?
HARALD: Sí.

Manuel Lamas

An Salome (A Salomé)




SEBASTIAN, pasajero de quince años.
AGUSTIN, pasajero de la misma edad, mejor amigo de Sebastián.
LUCAS, pasajero, primo de Agustín, de la misma edad que los anteriores.
ABUELA TERESA, pasajera, abuela de Sebastián.
Fila de tres asientos en un Boeing 747 de KLM, destino a Amsterdam. Agustín va sentado en la ventanilla, Sebastián en el medio, Lucas en el pasillo, es de noche, están haciendo el trayecto que va desde la costa brasileña a la costa africana. Sebastián escucha Salomé de Richard Strauss en los auriculares.

SEBASTIAN: (cantando bajito) Wie schön ist die Prinzessin Salome, heute Nacht…
LUCAS: Sh! ¡Callate!
AGUSTIN: ¡Callate, Lucas, Sebastián, cantá todo lo que quieras!
SEBASTIAN: Yo canto bajito…
LUCAS: Pero yo no te quiero oír.
AGUSTIN: ¡Callate, Lucas! Dejá que Sebastián cante todo lo que quiera, no jode a nadie.
LUCAS: Me jode a mí.
AGUSTIN: Vos ni lo oís.
LUCAS: Me jode que cante eso, no me guste.
SEBASTIAN: A todo el mundo le gusta Oscar Wilde, Lucas, voy a seguir cantando bajito…
AGUSTIN: ¡Bravo, Sebastián! ¡Imponete!
LUCAS: ¡Yo no quiero oírte!
AGUSTIN: ¡Te digo que te calles! Y dejalo a Sebastián cantar todo lo que tenga ganas…
ABUELA TERESA: (asomándose) ¿Qué pasa acá, che?
LUCAS: Sebastián canta, y me molesta, no lo quiero oír.
SEBASTIAN: Canto bajito, nadie me oye, Teresa.
AGUSTIN: Es verdad, Teresa, Sebastián canta bajísimo, nadie lo puede oír en el avión.
ABUELA TERESA: Bueno, ¡se acabó! Lucas, andá con Federica y con tu abuela, yo me quedo acá con Sebastián y Agustín, y todos contentos.
SEBASTIAN: ¡No, no Teresa! No canto más, me quedo callado, que Lucas se quede acá…
ABUELA TERESA: Bueno, pero no armen más lío, o van a venir las azafatas a retarlos (La abuela Teresa se va, Lucas reclina su asiento, se acomoda en él con la almohadilla y se tapa con la manta mirando en sentido contrario a Sebastián, pausa)
SEBASTIAN: (muy bajito) Wie blas die Prinzessin ist…
LUCAS: (dándose vuelta, muy bajito, a Sebastián) ¡Te dije que te callaras! No quiero oír nada, ¡basta!
SEBASTIAN: (gozándolo, muy bajito) Wie schön ist die Prinzessin Salome, heute Abend!
LUCAS: (muy bajito) ¡Callate! (le hace una señal con la mano como para pegarle)
AGUSTIN: Bravissimo, Sebastian, me encanta como recitás Oscar Wilde en alemán, y en una noche ecuatorial, volando, es poetiquísimo…
LUCAS: ¡Basta! Me voy con las viejas, le digo a tu abuela que venga con ustedes…
SEBASTIAN: ¡No, Lucas! Quedate, no voy a cantar más Salome, te lo prometo, me quedo callado hasta que lleguemos a Amsterdam…
LUCAS: ¿Palabra?
AGUSTIN: ¡No, Sebastián! No cedas ni un ápice, cantá todo lo que quieras, cantá todo lo que quieras Richard Strauss, recitá Oscar Wilde, la noche está lindísima para eso, no le hagas caso a Lucas, solamente cumplí tu voluntad, vale mucho más que Lucas.
LUCAS: Si vos seguís cantando esas cosas, yo no me quedo más acá, y viene tu abuela Teresa.
SEBASTIAN: Yo me callo, Luquitas, te juro que me callo, no digo ni una palabra hasta que estemos en Schiphol, ¡doy mi palabra!
AGUSTIN: ¡No le hagas caso, Sebastián! Cantá, recitá, todo lo que quieras, vos tenés que poder cantar y recitar todo lo que quieras, éste no es nadie para prohibírtelo.
LUCAS: (A Sebastián) Si vos hablás una sola palabra, antes de llegar a Schiphol, yo me voy, y viene tu abuela.
AGUSTIN: ¡Vos cállate! ¡Lacra, inmundicia! Subhumano ¡Andate! nadie te quiere acá, que venga la abuela de Sebastián, y que ella duerma con nosotros también cuando lleguemos, vos andate con las otras dos viejas, durante todo el viaje, no te quiero volver a oír la voz, ¡fuera de acá, desaparecé!
LUCAS: (con mucha tranquilidad) ¡Bajo ninguna circunstacia!
AGUSTIN: ¿Cómo decís?
LUCAS: Yo me voy a ir únicamente si Sebastián me lo pide, mientras Sebastián esté callado, voy a ser fiel a mi palabra y me voy a quedar acá.
AGUSTIN: (enfurecido) ¿Oíste eso? ¡Bastien! Lucas, el imbécil de mi primo, no quiere irse, dice que sólo va a irse si vos se lo pedís (Sebastián no habla)
LUCAS: Mientras Sebastián no hable, yo me quedo acá, este es mi lugar.
AGUSTIN: Yo quiero que te vayas, y le dejes tu lugar a la abuela de Sebastián, él lo deja hablar, cantar y recitar.
LUCAS: A mí de acá no me mueve nadie.
AGUSTIN: Sebastián, ¿lo oíste? Dice que se va a quedar, que no va a irse (silencio) ¡Sebastián, hablá! ¡Hablá, Sebastián! Hablame a mí (silencio) ¿Vas a quedarte callado hasta que lleguemos, sólo porque éste lo dice? ¡Hablá todo lo que quieras, Sebastián!(silencio) ¡Sebastián! ¡Hablá! (A Lucas) Y vos, ¡porquería! ¡Inmundicia! ¡Decile que hable! Soy tu primo mayor, ¡te lo ordeno!
LUCAS: Si Sebastián dice una sola palabra antes de que el avión llegue a Amsterdam, yo me voy con Federica y con la abuela, y la abuela de Sebastián viene acá con ustedes…
AGUSTIN: ¡Y andate! Que venga Teresa, ¿quién te quiere a vos acá? (A Sebastián) Sebastián, ¡decile que se vaya! (Sebastián mira a Agustín, y luego vuelve a mirar a Lucas quedándose callado) Entonces, Sebastián, ¿no vas a hablar? (Sebastián mueve la cabeza a un lado y al otro negando) ¿Preferís hacer lo que te diga este, antes de hacerle caso a tu mejor amigo? (Sebastián permanece impávido) ¡Vayanse los dos a la mierda! ¡Permiso! (se levanta y se va dándole una patada a Lucas)
ABUELA TERESA: (llegando) A ver, ¿pueden moverse los dos? (Sebastián se corre al asiento de la ventanilla y Lucas al del medio, abre la ventanilla, y se ve que ligeramente amanece en la costa africana) A ver si ahora se quedan tranquilos, ya van a venir a servirnos el desayuno…
(pausa)
SEBASTIAN: (lentamente) Wie schön ist die Prinzessin Salome…

Manuel Lamas

An die russische Kunst (Al arte ruso)




¡Qué lindo hace sonar Oistrakh el violín! ¡Qué bien interpreta el concierto para violín de Tchaikovsky! En el anhelo por decir algo superlativo, callo todo lo que pueda decir ¿Y qué tengo para decir? Una ansiedad indescriptible, algo que creo no saber explicar con palabras. Ese sonido tan precioso del violín, esa maestría… Y de pronto, esa gigantesca; pompa eslava orquestal, tan magnificente, tan empalagosamente elegante, tan trágica, dura poquito, es un tanto efectista, mientras dura te tiene todo hinchado, cuando se termina, te agarra un vacío molesto, querés volver a sentir esa pompa eslava orquestal, ese fluir monumentalista, con aires wagnerianos, ahí aparece de nuevo, dura igualmente poco, evoca una juventud perdida, ciudades lejanas, estepas ajenas, evoca un mundo que nunca fue mío, y nada fue más mío, lo amé, y dio por tierra conmigo, no es más que un amor letal, un amor ruso, mejor dejarlo de lado, ¿de qué hablo? ¿De un concierto para violín y orquesta de un compositor ruso? ¿De San Petersburgo? Del alma rusa en sí… Representada en todas las manifestaciones artísticas que conozco de este tremendo país, que hizo de mi pobre alma y de mi pobre cuerpo un estropajo, y yo le sigo implorando piedad… ¡Ya lo comprendo! Amo el arte ruso, porque comprendo intrínsecamente el alma rusa, sé sufrir, para comprender intrínsecamente, lo ruso, hay que poner el cuerpo, hay que ser femenino, los rusos son femeninos, saben poner el cuerpo, saben sufrir, y disfrutan del dolor. Yo soy un ruso que nació en un lugar equivocado ¿O no?

Benedicto Balaguer

lunes, 2 de enero de 2012

Primer movimiento de la Octava




- JOSE, joven melómano porteño
- JUAN, joven melómano porteño, amigo de José
- JAVIER, joven melómano porteño, amigo de José y de Juan

Tarde del primero de enero en el living del departamento de Juan, éste, José y Javier toman champagne que sobró de la noche anterior, mientras escuchan el primer movimiento de la Octava Sinfonía de Gustav Mahler, dirigida por Leonard Bernstein y conversando.

JAVIER: ¡Sí, sí! Solti toma la primera parte demasiado rápido, por momentos. Es decir, no construye el clímax tan bien como el otro. La segunda parte está muy bien. De todas formas, llega un punto en que la discusión pasa por los detalles. Y francamente, pierde sentido frente a la monumentalidad de la obra.
JOSE: (abstraído) Auguste tiene cara de octava Sinfonía de Mahler.
JAVIER: Auguste tiene cara de... Ciertamente no de octava de Mahler… No tiene cara de nada de Mahler…. Ni de ningún compositor de finales del siglo XIX (pausa) Cara de algo Haydn tiene ¡Ahí está! De alguna sinfonía de Haydn, cualquiera…
JOSE: ¿De las de Eszterhaza?
JAVIER: La que más te guste…
JOSE: Una de Ezsterhaza está bien, hace muchos años que tengo un novio imaginario que se llama Gustl von Reichenau-Eszterházy
JAVIER: ¡Basta de novios imaginarios! ¡Corporizalos!
JOSE: ¡Auguste!
JAVIER: Corporizalos en something more inviting...
JOSE: Sabés una cosa (pausa) Vas a decirme que soy un chiflado y un irrespetuoso… Pero me parece que el primer movimiento de la octava... ¡Es erótico!
JUAN: ¡Te fuiste a la mierda, José!
JAVIER: Sos el único que puede encontrar erótico un himno medieval, que invoca al espíritu creador. Tenés la mente de una película de Ken Russell…
JOSE: Empieza con ese coro gigantesco gritando, "vení espíritu creador". Y así, traca-traca durante treinta minutos, baja la intensidad por momentos. Hasta que empieza un crescendo, que tiene su clímax en algo similar a mil músicos entre instrumentistas y cantantes, todos haciendo un grito de exultanción... ¡Es como un acto sexual! El placer que produce, es orgásmico…
JUAN: José, estas muy mal, ¡Llamá un escort! Que te atienda…
JOSE: ¿Tan disparatado es lo que digo?
JAVIER: ¡Sí!
JUAN: Ese tipo de pensamientos emergen, cuando el semen sube al cerebro; por falta de adecuada exégesis…
JOSE: En este momento estamos escuchando el primer movimiento de la Octava con Lenny y estoy que exploto... De felicidad... Estoy "esultante di gioia” ¡Oigan! Ese coro tremebundo dice, "¡ven espíritu creador!" ¿Qué es el espíritu creador? El del millar...
JAVIER: Es el espíritu divino.
JOSE: El espíritu que da vida… ¡Que embaraza!
JUAN: ¡Mahler era mistico verdaderamente! No era un hombre con de esa sexualidad que vos manifestás.
JOSE: Mmm (silencio) Yo me siento, "esultante di gioia" con el primer movimiento, igual que lo que me pasa cuando escucho el concierto para piano número veintidós de Mozart y el Preislied de los Meistersinger.
JUAN: La octava de Mahler, es una gran obra, ¡no es un canto orgiástico!
JOSE: Bueno, es arte… El arte puede ser interpretado de múltiples maneras, Juan.
JUAN: Oscar Wilde decía, que la interpretación es el reflejo del espectador. Por ende lo que vos personalmente opinás, delata tu calentura sexual… (Javier se ríe).
JOSE: El clímax del primer movimiento es como un orgasmo, a mí me da esa sensación, ¡es igual! ¡Y es un señor orgasmo! Largo, majestuoso, que da mucho placer…
JUAN: Necesitás una pareja, que te satisfaga José. Estás muy mal…
JOSE: Como Tatiana cuando se queda despierta esa noche blanca que escribe la carta...
JAVIER: Tatiana no está caliente, ¡Está enamorada!
JOSE: Está ansiosa.
JUAN: Para José todos están calientes.
JOSE: ¡Yo también lo estoy!
JAVIER: Ya nos damos cuenta…
JOSE: ¡Enamorado estoy! De mon Auguste…
JAVIER: Then, act upon it! No le preguntes la hora del concierto de año nuevo en canal nueve…
JOSE: ¡Sos una yegua!
JAVIER: ¡El género, querido!
JUAN: José, dejá de dártelas de noble amante, ¡y buscate un chongo! Que te haga feliz…
JOSE: Como le decía el otro día a Javier, el pesonaje operístico que a mí me identifica, es Arabella... Lo que pasa es que la vida me debe todavía a Mandryka (silencio) ¡Yo soy Arabella queriendo ser la mariscala!
JUAN: ¡A vos te identifica Ante Garmaz! Y Oggi Junco…
JAVIER: Lapidario…
JOSE: ¿Oggi Junco? ¿Tan feo y putarraco soy? (termina de sonar el primer movimiento, José suspira) Terminó el primerer movimiento... Quedé de cama... Hecho una piltrafa…
JUAN: Javier, ¿por qué no llamamos un escort, y se lo regalamos a José para Reyes, a ver si se le acomoda un poco a mente…
JAVIER: Mmm, Mi situación económica no es tan buena, y yo no soy tan altruista como para gastar mi magro sueldo en que José hoce de satisfacción prostibularia…
JUAN: Pobre José, si no hace lo propio pronto, se va a morir…
JAVIER: En ese caso, voy a ir al velorio a dar mis condolencias a la familia.
JOSE: ¡Búrlense de mí! Para mí, el primer movimiento de la octava de Mahler, es orgásmico.
JUAN: Ojalá pronto te mejores, José, y dejes de decir tantas pavadas…
JAVIER: Indudablemente, la octava de Lenny es apoteósica.

BENEDICTO BALAGUER