domingo, 2 de diciembre de 2007

Nacho





Voy a contar la historia de un extraño sujeto, que conocí hace dos años en el ciberespacio. Los asiduos de Internet, bien sabemos que nada de este mundo debe sorprendernos o asustarnos; digamos que Internet, en nuestros días, nos saca nuestra capacidad de asombro, mucho más rápidamente que cualquier otra cosa. Hace un rato me preguntaba por qué escribo esto… Se supone que es algo “privado”, entre ese misterioso señor y yo; y estoy seguro de que esta publicación, no va a ser un capolavoro… De todas maneras, ya sea por orgullo, o para demostrarle al mundo que no tengo miedo de ese espectro, y que mis días de soledad en mi casa, no son tan vacíos; decidí escribir.
Al sujeto en cuestión, lo conocí en alguno de los tantos canales de Chat que hay. Dio un nombre, aparentemente falso; se presentó como bisexual, o hetero curioso; da igual –creo que a esta altura, el tema de la homosexualidad, está dejando de ser novedad; y poco a poco; si Dios quiere, pasará a ser lo que es; un rasgo constitutivo de la cualidad humana de muchas personas. No digo que ese día haya llegado; faltan muchos años de “gay pride parades”; discotecas; dobles vidas y escándalos con plumas aún; pero poco a poco, a la sociedad, le molestamos más, pero no como homosexuales, sino como “minoría” que se hace notar-. Volviendo al desconocido; dijo que buscaba sexo, y nada más; hasta llegamos acordar encontrarnos en una esquina; pero él creo, se echó atrás… Dos años pasaron, y él se aparecía en mi vida como un ser misterioso y fugaz, casi siempre de noche, nada más que una ventana en mi Messenger; me contaba sus avances en el mundo gay; y ratificaba todo el tiempo, que él no quería llevar una vida gay; él quería ser un heterosexual respetable, su ámbito no se lo permitía; su misión era muy elevada y ser homosexual se interpondría en el camino, etc, etc, etc. Los que me conocen; saben que yo soy homosexual asumido, y partidario de la naturalización y apertura absoluta. Este señor, me dijo que Argentina no es Nueva York, ni Ámsterdam, ni Ibiza, y llegó a compararla con las más reaccionarias sociedades latinoamericanas. A lo mejor tenga razón… Me dio mil datos, y me aseguró que eran ciertos, me dijo dónde vivía la madre y el padre, qué auto tenía, dónde veraneaba, se presentó como un joven gran señor… También habló de sus aventuras con un joven del arrabal, me habló de algo más consistente, con un chico bien. Todos estos datos y muchos más, son meros accesorios; ya que en este mundo; nada es cierto; o mejor dicho, nada es comprobable.
Voy a decir ahora mi percepción, más allá de todas sus historias, a las cuales no les doy mucho crédito, ni dejo de dárselo. Al chatear con él, me vino a la cabeza, un fragmento de la ópera “Rigoletto”, en el cual, luego de una lujuriosa fiesta –como las que este joven señor, me describía en Ibiza y en Nueva York en los años setenta- en la que el joven, poderoso y bello duque de Mantua, se entregaba a los placeres de la carne, las mujeres y el vino; el jorobado y deforme bufón de la Corte, se va a su casa en las afueras de la ciudad, y en una lúgubre noche; encuentra a un sujeto aún más lúgubre, un hombre que “te libera por poco de un rival”; un asesino a sueldo; mata en la ciudad, o en su casa en las afueras, con ayuda de su hermana… Este joven señor, al que llamé Nacho –no me gustó el nombre que él me dio, y a él sí le gustó Ignacio; Nacho- me recuerda mucho a Sparafucile; el sórdido sicario que se aparece en la oscuridad. Los acordes que suenan en ese momento son tétricos, lentos y misteriosos; el andante con recitativo me hace acordar bastante al andar de un bote en las sucias aguas de los canales de alguna ciudad del Véneto por la noche; de hecho, así lo ilustra muy bien, el genial Jean-Pierre Ponnelle, en su producción fílmica del Rigoletto. Sus encuentros furtivos, ya sean con sus supuestos amantes de noche, en puntos diversos de nuestra urbe –y luego del sexo, se vuelve a ser “un respetable señor”- como los encuentros virtuales conmigo, casi siempre de noche; me contaba los más espeluznantes relatos; hasta llegó a mostrarme, dos cándidos y siniestros ojos celestes, que supuestamente eran de él; ojos comparables a los de una niña perversa, un ángel malvado, o un agente de la Stasi.
Durante dos años, intenté convencerlo para que viviera su vida con mayor despreocupación; pero él insistió en guardar absoluta reserva, dio mil argumentos; hasta en uno de esos accesos de sentimentalismo virtual, llegué a compadecerme de él y querer darle un abrazo, hasta llegué a querer estar cerca suyo con fines eróticos. El me ofreció dos alternativas: la primera, verlo con el nombre que él me dio, tener sexo y no volver a verlo nunca más; y la segunda, que él se presente a mí, con su verdadero nombre como un “hetero respetable”, sin que yo nunca me entere que él es el gay, con quien yo he chateado por dos años; es decir, mostrarme a su “yo hetero” y ser su amigo. Yo accedí a la segunda opción; pero le remarqué que hay hombres que llevan una doble vida, hombres casados, otros con fama de mujeriegos, machos del arrabal, honorables jueces, cirujanos, políticos, estadistas, militares, sacerdotes, deportistas, dictadores, conquistadores y puedo seguir con una lista que me llevaría todo el blog de “El príncipe de Posen”; todos esos pueden tener encuentros fugaces con hombres y hasta amarlos en secreto: Pero no existe ser humano sobre la faz de la tierra, que sea gay y heterosexual al mismo tiempo. Y por mucho que oculte un aspecto de sí, nunca va a dejar de ser gay. El asintió.
Me queda en el tintero un interesante anecdotario; voy a contar a modo de apéndice, sólo algunas cosas, él me habló de una conspiración; mientras él me hablaba de la lujuria de ciertos lugares, yo le hablaba de la rancia rigidez católica de la España de los Austrias; él me describía una disco donde el placer y el hedonismo eran lo que se respiraba; yo le describía a la reina de España y las Indias, vestida de negro, con cuelloo y cofia blanca, con una cruz de oro y una enorme mantilla de encaje holandés negro, que llegue hasta el piso, que camine por los claustros del monasterio de San Yuste, en Extremadura, hasta llegar a la capilla donde está la tumba de Carlos V, se arrodille, haga la Señal de la Cruz, junte las manos, y diga: “vos que has conocido del mundo la vanidad, y en la tumba gozas del más profundo descanso; si aún se llora en el cielo; llora por mi dolor; y eleva el llanto mío al Trono del Señor”; hablamos también de Ibiza, él me comentó loo hermosa y libre que es; el aire de libertad que se respira en esa isla que fue colonizada por los fenicios, en la cual se ve la arquitectura árabe; yo le coonté de una crónica que leí, de dos adolescentes del siglo XVII, que fueron encontrados acariciándose en una cama, y fueron deportados a trabajar de por vida a las salinas de Ibiza. Eso es lo que había en ese entonces en Ibiza; salinas! Nacho, me dijo que se arrepentía de no haberse acariciado con otro adolescente en una cama, cuando él lo era. Luego me dijo que él y yo buscamos lo mismo; yo luchando desde afuera, y él desde adentro; cuando yo le dije “que Dios te proteja y te guarde”; él me preguntó qué Dios, y yo le dije; el Dios de Israel, él me dijo, que ambos buscábamos lo mismo; ahí se me ocurrió un paralelismo con la escena de Rigoletto que sigue a la de Sparafucile, en la que el deforme dice “somos iguales, yo tengo la lengua y vos el puñal”; él se autoproclama apóstol de la libertad, y permite que un sistema inhumano le pise la cabeza; podría seguir, pero creo que no tiene caso, y como dije al empezar; la verosimilitud de todo esto, es nula en el ciberespacio, “Nachito”, fueron sólo letras en mi pantalla.
Y finalmente llegó la hora de despedirnos; él dijo que “volvería”; que aparecería en mi vida con su nombre real, etc, etc. Y yo ni siquiera lo espero; mis conjeturas son miles, pero no son más que conjeturas; yo lo saludé afectuosamente y le dije que un tirano, como él pretendía ser, se puede permitir amar y tener placer. El me dijo quj iría al kiosco y con el aire en su cara, pensaría que murió un amigo, porque todo lo que él me contó, es absolutamente cierto.








Benedicto, Buenos Aires, 2 de diciembre de 2007.

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