domingo, 19 de diciembre de 2010

El discreto encanto de la burgesía



Agradezco la colaboración de mi gran amigo J. en este post.


Benedicto Balaguer, muchacho de Belgrano

Harald von Schwan an den Bach, muchacho de Florida

Cuarto de Benedicto, en el departamento en el que vive con su madre en Belgrano. Hay una cama de una plaza y media a uno de los lados del escenario, al otro lado hay un silloncito, junto a él, hay una mesita con un samovar y un servicio de té, al fondo hay un escritorio de roble junto a un modular también de roble, donde hay muchos adornos, la mayoría recuerdos de viajes de Benedicto, entre ellos un abanico, hay también un equipo de música, y una notebook. A un lado del escritorio, hay una biblioteca de roble, abarrotada de libros, al otro lado hay una gran repisa, también de roble, llena de CDs y DVDs de óperas, música sinfónica, música sacra, conciertos instrumentales y Lieder alemanes, franceses, rusos y españoles. El proscenio hace las veces de gran puertaventana que da a una gran terraza.
Domingo a la tarde, Benedicto y Harald toman té ruso, jugo de naranja, y comen Banana Bread.

BENEDICTO: ¡Te agradezco muchísimo por haber venido a ver el oratorio, Hänsel! ¡Mil gracias, en serio!
HARALD: ¡No! ¡Por favor! Estuvo buenísimo, la verdad no me imaginaba algo tan bueno, en serio, esperaba aburrirme un poco, yo he ido a ver cosas así, y estuvo muy bien hecho. Con muchísimo criterio, de verdad, ¡te re felicito!
BENEDICTO: Bueno, te lo agradezco muchísimo, y la verdad, Hänsel, te felicito por el noviecito que te elegiste, es muy guapo el muchacho…
HARALD: Sí; ¡jaja! Txabi es lo más.
BENEDICTO: ¿Qué edad tiene?
HARALD: Veintinueve…
BENEDICTO: Sí parecía un poco más grande que vos. ¡Jaja! (Pausa) Che. ¿Conocés algo de la producción operística juvenil de Mozart?
HARALD: Poco, tu oratorio, ¡jaja! Pero eso no es ópera.
BENEDICTO: Es un oratorio pagano, es prácticamente lo mismo, pero lo mío fue semi-montado. Te voy a mostrar una verdadera ópera de juventud de Mozart, la compuso por encargo para los carnavales milaneses de mil setecientos setenta y tres, acá está (va a su repisa de música, y agarra Lucio Silla, y se la muestra a Harald).
HARALD: Lucio Silla…
BENEDICTO: Esperá que la pongo.
HARALD: Bueno, dale.
(va a ponerla)
BENEDICTO: Sabés que yo, cuando era adolescente, te imaginaba a vos cantando esta ópera…
HARALD: Lucio Sila…
BENEDICTO: Lucius Cornelius Sila…
HARALD: ¿Me veías a mí haciendo al tremendo dictador de Roma?
BENEDICTO: ¡Por supuesto que no! ¡Jaja! Vos no eras Sila… Vos también eras Lucio, pero no Sila, vos eras Lucio Cinna… Cinna es un joven patricio, amigo de Cecilio, el verdadero protagonista de la ópera, un senador proscripto, casado con la hija de Cayo Mario, y enemigo en secreto de Sila…
HARALD: ¡Qué fascinante!
BENEDICTO: Tanto el rol de Cecilio, como el de Cinna, son para sopranos masculinos. En la versión que me compré a los dieciséis años, Cecilio lo canta una soprano húngara, bellísima, y talentosísima, tuvo refinamiento, y del verdadero. Fue apodada “la diva de Transilvania”…
HARALD: ¡Wow! ¡Qué flash! Una soprano húngara y hermosa, que tenga el apodo de “La diva de Transilvania” que sea un senador romano proscripto por un cruel tirano… ¡Re loco!
BENEDICTO: Es que hay muchas similitudes con la vida real… Frau Varady, así se llama ella, Júlia Várady, se casó con el barítono más famoso de la posguerra, peleó en la II Guerra Mundial.
HARALD: ¿Para qué país?
BENEDICTO: Alemania, era re pendejo, lo tomaron prisionero los ingleses. El cantó el Requiem de Guerra que compuso Benjamin Britten, con a Peter Pears, que era inglés, y Galina Vishnevskaya, que es rusa, como símbolo de que la guerra había terminado. El tipo es más o menos como la Callas de los barítonos, de hecho, tuvo varias oportunidades de cantar con Callas, y nunca quiso, para no estar a la sombra de ella…
HARALD: Ah, divo mal…
BENEDICTO: Sí, terrible, y excesivamente amanerado, con muchísima musicalidad, un timbre muy lindo y aterciopelado, pero muy afectado. Algunos de mis amigos berlineses lo detestan. Marco, el chico del que te hablé el otro día lo aborrece, dice que Julia Varady es una de las mejores cantantes que han llegado a nuestros días, y su marido nunca la dejó surgir, porque en realidad, ella es mejor que él, y él nunca permitiría que su mujer lo opacase…
HARALD: ¿Entonces, por qué no soy yo el senador que canta la húngara esa? Además, a mí me encanta Hungría, si no tuviese novio vasco-criollo, me buscaría uno húngaro, ¡me vuelven loco!
BENEDICTO: No, ¡jajajajajaja! Yo jamás a vos te vi como una húngara misteriosa y exuberante, y tampoco como un senador proscripto. Para vos está mucho mejor el papel de joven patricio, y el tuyo lo interpreta una soprano lírico-ligera suiza, monísima, finísima, que es diferente a refinadísima, como lo es la húngara. La suiza es mucho más delicada y modosita, y menos conocida, es una soprano de súper élite, sólo los sibaritas culturales la conocen. La Julia Varady también es muy de élite, pero es algo más popular que la Mathis, así se llama la que hace tu rol, Edith Mathis… La Varady ha cantado Wagner, la Mathis jamás podría, le destrozaría la voz, ella es mucho más frágil.
HARALD: ¡Jajajajajaja! Seguís con la idea de que soy una florcita delicada.
BENEDICTO: El rol de Cinna a mí me encanta, nadie lo conoce, pero para mí tiene un aria que es bellísima, muy iconoclasta de la década de mil setecientos setenta.
HARALD: ¿Y quién haría al senador interpretado por la húngara sobrehumana?
BENEDICTO: Io stesso!
HARALD: ¿Vos? ¡Ja! Nunca me imaginé que querías ser castrado… ¡Jajajajajajaja!
BENEDICTO: A los quince o dieciséis años me obsesionaba el tema de las voces masculinas por encima del tenor.
HARALD: ¡Ja! ¡Buenísimo! Yo en esa época escuchaba música indie y pop.
BENEDICTO: ¿Ves que sos re naïf? Sos ideal para hacer un soprano masculino, un contratenor sopranista, pero bueno, buenísimo, excelente, te harías súper famoso, cantarías Nerón, Julio César, Orfeo, Xerxes, Orlando furioso, Cherubino, Sixto, Octavian, tantos otros, el público te amaría. Serías más ícono gay que Ricky Martin, y de putos de primerísima. Se volverían locos por vos… Tendrías contratos exclusivos con Lufthansa para viajar gratis en primera, y con Armani, para que te vistan gratis, de por vida…
HARALD: ¡Jajajajaja! Suena bien, igual, no me hacen falta tantos lujos. No estoy seguro de querer ser un contratenor sopranista. Más bien me gustaría administrar alguna radio de primer nivel. Ahí te daría tu espacio… ¡Jajajaja!
BENEDICTO: ¡Jajajajajajaja! ¿Vos conocés a algunos de los que escribían los libretos de las óperas del siglo XVIII, Metastasio, Goldoni, Da Ponte, Schikaneder?
HARALD: De esos, sólo a Da Ponte que escribía para Mozart, y a Schikaneder que escribió La Flauta Mágica… Pero mi vieja seguro los conoce a todos.
BENEDICTO: ¿Ella es licenciada en Letras?
HARALD: El título de ella es, doctora en Filología anglogermana, pero trabaja como profesora de Semiología en la UBA.
BENEDICTO: ¡Fah! Mete miedo… Me la he cruzado alguna que otra vez en el Colón, siempre iba a los pisos altos, y generalmente a ver óperas de autores contemporáneos, expresionistas, etcétera, Kurt Weill, Schönberg, Alban Berg, Stravinsky, Britten…
HARALD: Sí, le encantan Kurt Weill, Alban Berg, Stravinsky, Britten, Poulenc y Shostakovich.
BENEDICTO: Sí, también me la he encontrado cuando iba a caminar a la mañana, sentada en una mesita en la calle, en los barcitos de Belgrano R, desayunando y leyendo el diario.
HARALD: ¡Jajajajajaja! Sí, siempre hace eso los días que da clase en el Pestalozzi…
BENEDICTO: ¿También da clases de alemán en colegio?
HARALD: De Gramática y Literatura en alemán. En el Pestalozzi y en la Konrad Lorenz… Por eso te digo, ella ha leído mucho, ¡jajaja!
BENEDICTO: Qué loco que una mina así sea brasilera. Digo, en el imaginario popular del argentino promedio, una brasilera es otra cosa completamente distinta.
HARALD: Ella es del mismo pueblo que la madre de Thomas Mann.
BENEDICTO: ¿La madre de Thomas Mann era brasilera?
HARALD: Sí, nacida en el mismo pueblo que mi mamá…
BENEDICTO: Pero él nació en Lübeck…
HARALD: Sí, él sí, ella era criolla, descendiente de alemanes, como mi mamá. El hace una referencia a su madre en los Buddenbrooks, donde aparece una criolla sudamericana.
BENEDICTO: ¡Mirá! No sabía nada, y eso que me encanta Thomas Mann, leí la Muerte en Venecia cuando tenía diecisiete, y La Montaña Mágica cuando tenía dieciocho, me re marcó La Montaña Mágica.
HARALD: El otro día, yo salía de mi cuarto, y la veo a mi vieja en el pasillo que le caía una lágrima, le pregunté qué le había pasado, y me dijo que se había ido a fijar algo a la biblioteca, justo agarró La Montaña Mágica, leyó el final, y la hizo llorar un poco.
BENEDICTO: ¡Ya sé a quién me hacés acordar! A Hans Castorp, el protagonista de La Montaña Mágica, me lo imagino igual a vos.
HARALD: ¡Ja! No leí La Montaña Mágica, de Mann sólo leí La Muerte en Venecia, bueno, esa creo que la leímos todos, jaja
BENEDICTO: ¡Jajajaja!
HARALD: También leí Mario y el Mago. Y empecé Los Buddenbrooks, pero no lo terminé.
BENEDICTO: Yo completos de Mann, leí La Muerte en Venecia, ¡jaja!
HARALD: ¡Jajaja!
BENEDICTO: Bueno, La Montaña Mágica, y Carlota en Weimar
HARALD: Ah, yo tuve que leer el Werther para el colegio, pero el de Goethe, cuando nos dieron novela epistolar.
BENEDICTO: Sí, yo el Werther lo leí a los diecisiete años, casi simultáneamente con La Muerte en Venecia. Me impactó mucho en su día, luego lo volví a leer a los veinti algo, no me acuerdo de esa vez, y lo releí por tercera vez a los veinticuatro, y esa vez fue casi tan letal como la primera vez que lo leí a los diecisiete…
HARALD: ¿Algún amor no correspondido?
BENEDICTO: ¡En efecto! Un insano amore, como dicen en las óperas italianas, pero prefiero no hablar del tema.
HARALD: ¡Ja! No es ninguna originalidad lo tuyo…
BENEDICTO: Ya lo sé, pero se sufre igual, bueno, la cuestión, es que una profesora de Ballester, una chica de treinta y pocos años simpatiquísma que siempre iba a las Bierfest, una vez me dijo que si me gustaba Mann, y me había marcado el Werther, que leyera Carlota en Weimar.
HARALD: Yo intenté leer el Ulises de James Joyce a principio de año, y no pude, es demasiado para mí.
BENEDICTO: Sí, a mí me pasó exactamente lo mismo, es muy complicado de leer Joyce… (Pausa) ¡Ja! Me acoerdé de algo, voy sacar el Silla, y voy a poner La Valquiria un momento, no les digas nada a tus amigos de la cole, a ver si se enojan…
HARALD: ¡Jajajaja!
BENEDICTO: ¡Esperá!, es la producción de Patrice Chéreau en Bayreuth a principios de los ochenta. Me compré este anillo con la plata de un sueldo, cuando trabajaba de secretario en el consultorio de mi vieja.
HARALD: ¡Jajajajaja!
BENEDICTO: ¡Ahí, es ése!, el rubio, el que que hace de Siegmund…
HARALD: ¿Qué pasa con ése?
BENEDICTO: Mi ex me decía que yo me parecía a ese cantante, de hecho me decía Siegmund, por él…
HARALD: ¡Jajajaja! Sí, la verdad es que sí se parecen un poco.
BENEDICTO: Yo no veo el parecido…
HARALD: Bueno, tampoco es que sean dos gotas de agua.
BENEDICTO: Bueno, existe una similitud…
HARALD: ¡Jaja! ¿Cuál?
BENEDICTO: El tipo nació en una ciudad en la que yo estuve con mi abuela, cuando tenía quince años, donde nos peleamos feo, porque ella quería comprar cristal para regalarle a unos viejos amigos de ella, que cumplían cincuenta años de casados.
HARALD: ¿Tu abuela quería regalarles éxtasis a unos viejos que cumplían cincuenta años de casados? ¡Qué modernos!
BENEDICTO: ¡Jajajajajajajajajaja! ¡No ese tipo de cristal! Al final compró un botellón de lo más ordinario, en un negocio que había en el lobby del hotel, en Praga…
HARALD: ¡Jajajajajajajaja!
BENEDICTO: Además, el cantante ese, nació el mismo lugar donde nació mi actor porno favorito…
HARALD: ¡Jajajajajajaja! ¡Qué gracioso!
BENEDICTO: Igual, ni el cantante wagneriano, ni yo, nos parecemos al actor porno…
HARALD: ¡Jajajajajaja! ¡Dios mío!
BENEDICTO: Y mi ex, menos.
HARALD: No me habías dicho nada que habías estado en pareja.
BENEDICTO: Estuve sólo dos meses, era re wagneriano, y hablaba alemán. Era colorado…
HARALD: ¿Comunista?
BENEDICTO: ¡Jajajajaja! ¡No! Más bien era bastante de derecha, era pelirrojo, pelirrojo y pecoso…
HARALD: ¡Jajaja! Erik el rojo…
BENEDICTO: Éste se llamaba Sebastián, no Erik.
HARALD: ¿Y qué pasó?
BENEDICTO: No funcionó la relación, era muy buen pibe, cultísimo, le gustaba la ópera, muy caballero, pero me aburría, era demasiado formal, y extremadamente obsecuente conmigo.
HARALD: Comprendo… ¿Y el santafesino con el que te ibas a encontrar?
BENEDICTO: Al final canceló, lo llamaron del laburo, y se tuvo que ir el domingo pasado a las dos de la tarde adonde trabaja él, y se quedó hasta la una de la mañana.
HARALD: ¿Y no se vieron en otro momento?
BENEDICTO: No nos pusimos de acuerdo.
HARALD: Bueno, si no es él será otro…
BENEDICTO: Y sí…

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