lunes, 26 de mayo de 2008

El conde Martin


Opera en cuatro actos con libreto de Augustin von Reichenau y libreto de Sebastian von Schloss


Personajes:

Catalina II, emperatriz de Rusia (soprano)
Elwira von Oldenburg, princesa alemana, pariente de la emperatriz, viuda del gobernador de Buenos Aires (mezzosoprano)
Don Hernán de Almaviva y Figueroa, joven criollo, hijo de la princesa Elwira von Oldenburg y el gobernador de Buenos Aires (tenor)
Martin von Blandta-Malek, conde húngaro, embajador de Austria en San Petersburgo (barítono)
Ilona Ferenczy, condesa húngara, abuela de Martin (contralto)
Don Ignacio de Mendoza y de la Cerda, embajador español en San Petersburgo (tenor)
Júlia Várady, princesa húngara, prima en segundo grado y prometida del conde Martin (soprano)
Preceptor francés (barítono)
Amalia von Oldenburg, princesa alemana, sobrina de Elwira, luego esposa de Don Ignacio (soprano)
Un chambelán (tenor)
Un paje (soprano)

Lugar y época:
San Petersburgo y alrededores en la segunda mitad del siglo XVIII.



Acto I

En la embajada española en San Petersburgo, Don Ignacio da una gran fiesta en la que recibirá a la emperatriz y a varios miembros de la corte. Entre los invitados están el embajador de Austria, el conde Martin von Blandta-Malek, con su abuela, la condesa Ilona Ferenczy, y su prometida, su prima en segundo grado Júlia Várady, un chambelán anuncia la llegada de alguien muy importante; la princesa Elwira von Oldenburg, alemana, pariente de la zarina. Todos se alegran mucho de ver a la princesa Elwira, que va acompañada de un joven apuesto y rubio; Martín le pregunta a Don Ignacio quién es el joven, éste le contesta que es el hijo de la princesa Elwira y el fallecido gobernador de Buenos Aires, pariente suyo, nacido en América, al morir su padre, su madre lo ha llevado a Europa para darle noble educación. Don Ignacio le pregunta a Martin si desea que los presente, éste dice que estaría encantado, presenta a la princesa Elwira y a su hijo con el conde Martin, éste le pregunta si hace mucho que llegó a San Petersburgo, Don Hernán le contesta que hace dos días y es huésped de su pariente Don Ignacio. El conde Martin le dice que volverán a verse en el palacio de verano, con motivo del cumpleaños de la zarina. Llega Júlia y le pregunta a su prometido qué estaba haciendo, éste responde que había saludado a la princesa Elwira von Oldenburg, y a su hijo, que han llegado de viaje; Júlia le dice que se prepare porque de un momento a otro llegará la zarina, todos corren a la escalinata donde precedida por una comitiva imperial, el Patriarca, el embajador francés, el príncipe de Prusia, y el rey de Polonia, todos reciben con gran júbilo a Catalina, la Grande.


Acto II

En los jardines de Zarskoe Selo, se encuentra toda la corte e invitados festejando el cumpleaños de la zarina, Don Hernán cuenta historias de la lejana América a un grupo de jóvenes rusas, éstas cantan una canción folkórica a la que se suman jóvenes rusos y todos bailan y cantan en ruso, ésto divierte mucho a Don Hernán. El conde Martin observa todo desde un pabellón del jardín y le confiesa a su amigo Don Ignacio una tremenda pasión que lo atormenta; le dice que ama a la persona incorrecta. Don Ignacio cree que habla de alguna joven de la corte de la zarina; Martin le confiesa que siente una fascinación mortal por el hijo de la princesa Elwira von Oldenburg. "¡Mi primo!" exclama Don Ignacio; Martin le pide a su amigo que guarde su secreto por el amor que le tiene. Llega un preceptor y reprende en francés a los jóvenes rusos que cantan y bailan de esa manera indecorosa en el cumpleaños de Su Majestad y le dice a Don Hernán que no cause más disturbios. Llega la condesa Ilona y le dice al preceptor que deje divertirse a los jóvenes, al fin y al cabo están cantando en la lengua de la patria y cantan canciones de su país y eso honra a la zarina y al imperio, el preceptor, echa a la anciana, llamándola húngara entrometida; Don Hernán indignado, desenvaina su espada y obliga al preceptor a retractarse con la dama, que merece el mayor respeto. Se arma un gran escándalo; Don Ignacio interviene, diciéndole a su pariente que le dé la espada, la cual entrega a la emperatriz, ésta exige una explicación por los disturbios, Don Hernán dice que el preceptor ha ofendido el honor de una noble anciana húngara. La zarina pregunta si eso es cierto y la condesa Ilona dice que Don Hernán la ha defendido gallardamente. La emperatriz reprende al preceptor a quien le dice que al día siguiente deberá dejar Rusia y volver a Francia y le dice a Don Hernán que es un noble ejemplo el suyo que ennoblece a la nación, llega el conde Martin a socorrer a su abuela, ésta le dice que se encuentra bien y le debe una gratificación a Don Hernán, Martin se arrodilla ante éste y le besa las manos, Júlia consternada hace lo mismo.


Acto III

Un año ha pasado, y el conde Martin ha postergado la boda con su pariente Júlia varias veces. Todas las medianoches, un carruaje, pasa por la embajada de España, donde recoge a Don Hernán vestido de incógnito y lo lleva a una posada en las afueras de la ciudad, ahí los dos se aman en secreto; Júlia ha notado la distancia de su prometido y una noche, decide seguirlo, cuando se da cuenta de todo, lo calla y en una escena de altísimo contenido dramático, monta un caballo y galopa hasta el canal de invierno, es aquí donde Júlia tiene un aria que es una de las cumbres de la ópera y decide suicidarse ya que el hombre que ella ama y al que ha unido su destino para toda su vida, le es infiel de la manera más abominable, y se tira al canal helado.


Acto IV

Han pasado cinco años, tras la muerte de Júlia, Don Hernán ha decidido poner fin a los encuentros con Martin y es ahora un alto funcionario de la corte de la zarina. Martin ha abandonado Rusia y ha viajado por toda Europa, sin encontrar paz en ninguna parte, vuelve a San Petersburgo, el martes de carnaval, donde se realiza un gran baile de máscaras en la ópera, Martin no ha dejado de pensar en Don Hernán en ningún momento, su abuela Ilona ha muerto, sin una ocupación, sin una familia, habiendo perdido a su prometida y a su amor, el conde Martin piensa que su vida ya no tiene sentido, se ha dedicado a jugar por toda Europa, y ha perdido la gran fortuna de su familia. Se reencuentra con su viejo amigo Don Ignacio, que sigue siendo embajador de España en San Petersburgo y se ha casado; Martin le pregunta quién es su esposa, él le contesta que es la princesa Amalia von Oldenburg, al escuchar este nombre, martin tiembla, le pregunta qué parentesco tiene con Don Hernán de Almaviva, éste le dice que es su prima y que es una joven alemana que goza del favor de la emperatriz; Martin le pide a Don Ignacio que se la presente, ésta está con su tía, la princesa Elwira, y su primo, Don Hernán, Martin lo reconoce y lo saluda. la princesa Amalia pregunta de dónde se conocen, y el conde Martin, dice que hace mucho tiempo, su primo Don Hernán ha salvado el honor de su familia. Amalia reconoce en Martin al nieto de la condesa Ferenczy, que fue defendida por su primo en Zarskoe Selo, historia muy difundida en Rusia, y cuya prometida murió arrojándose al canal de invierno en circunstancias misteriosas; Martin se retira, un paje le anuncia en voz baja a Don Hernán que quieren hablarle el la escalinata. Don Hernán acude al encuentro del conde Martin; éste le dice lo ha amado todo el tiempo, durante los últimos cinco años, y le cuenta de sus andanzas por Europa, sin suerte y habiéndolo perdido todo, anhelando más que nada ese momento. Don Hernán le dice que algo entre ellos es imposible, su aventura pasado causó la muerte de Júlia y luego de un emotivo dúo de despedida, vuelve al baile. Martín se va en dirección al río Neva.



Augustin von Reichenau, Buenos Aires, 26 de mayo de 2008.

1 comentario:

Damián Ezequiel dijo...

Me parece que tanto el argumento como la ambientación estan muy bien logradas.